factores que
favorecen o alteran la convivencia y clima institucional
En realidad, se trata de un doble aprendizaje. En
primer lugar, la convivencia se aprende. Es más, es un duro
y prolongado -hasta podríamos decir, interminable- aprendizaje en la vida de
todo sujeto, pues:
- sólo
se aprende a partir de la experiencia.
- sólo
se aprende si se convierte en una necesidad.
- sólo
se aprende si se logran cambios duraderos en la conducta, que permitan
hacer una adaptación activa al entorno personal y social de cada uno.
Por otra parte, la convivencia enseña.
De ella se aprenden contenidos actitudinales, disposiciones frente a la vida y
al mundo que posibilitan el aprendizaje de otros contenidos conceptuales y
procedimentales.
Los principales determinantes de las actitudes se
entienden en términos de influencias sociales. Las actitudes se trasmiten a
través de la expresión verbal y no verbal. La institución educativa, aún cuando
no se lo proponga, no se limita a enseñar conocimientos, habilidades y métodos.
Va más allá. La escuela contribuye a generar los valores básicos de la sociedad
en la que está inserta. Los valores de la escuela influyen sobre los alumnos.
Muchos de ellos están claramente explicitados en el ideario institucional, en
tanto que otros están íntimamente ligados a la identidad institucional, y son
los que vivencian diariamente; sobre estos principios se construye y consolida
la convivencia.
Los valores constituyen un proyecto compartido que
da sentido y orienta la formación de actitudes en la escuela. La escuela espera
de sus actores una serie de comportamientos adecuados a los valores que
inspiran el proyecto educativo. Para ello deben incorporarse normas. La meta
máxima será que éstas sean aceptadas por todos los actores como reglas básicas
del funcionamiento institucional, que se comprenda que son necesarios para
organizar la vida colectiva. Si esto se logra, se logró la interiorización de
las normas.
¿Cómo se aprende la convivencia?
Para aprender a convivir deben cumplirse
determinadas procesos, que por ser constitutivos de toda convivencia
democrática, su ausencia dificulta (y obstruye) su construcción; simplemente
las enumero, pues serán desarrolladas más adelante.
- Interactuar
(intercambiar acciones con otro /s)),
- interrelacionarse;
(establecer vínculos que implican reciprocidad)
- dialogar
(fundamentalmente ESCUCHAR, también hablar con otro /s)
- participar
(actuar con otro /s)
- comprometerse
(asumir responsablemente las acciones con otro /s)
- compartir
propuestas.
- discutir
(intercambiar ideas y opiniones diferentes con otro /s)
- disentir
(aceptar que mis ideas – o las del otro /s pueden ser diferentes)
- acordar
( encontrar los aspectos comunes, implica pérdida y ganancia)
- reflexionar
( volver sobre lo actuado, lo sucedido. “Producir Pensamiento” –
conceptualizar sobre las acciones e ideas.)
Todas estas condiciones en la escuela se conjugan y
se transforman en práctica cotidiana a través de proyectos institucionales que
resulten convocantes y significativos para los actores institucionales, y
también respondan a necesidades y demandas institucionales. Estos proyectos
incluyen y exceden los contenidos singulares de las asignaturas, la tarea
nuclea a los distintos actores y como consecuencia de ello, las relaciones
cotidianas y rutinarias se modifican, varían los roles y cada integrante asume
nuevas responsabilidades, se incrementa el protagonismo de todos los
participantes. La actividad tiene sentido y significado para quienes la
ejecutan, pero también la tiene para sus destinatarios; alcanzar las metas
propuestas es el cometido compartido, se incrementa la responsabilidad y el
sentido de pertenencia. Esta propuesta impregna a toda la institución que, sin
"trabajar específicamente la convivencia", aprende "a convivir,
conviviendo ".
Confirma lo enunciado en esta presentación la
experiencia de muchas escuelas, que en distintos lugares - algunos muy
distantes y solitarios - desarrollan distintos tipos de proyectos. En dichas
escuelas "los problemas de convivencia" no existen como obstáculos
sino que se transforman en un desafío a la creatividad,
entendiendo que ser creativo es dar respuestas
variadas, diferentes y diversas a situaciones
habituales y reiteradas que necesitamos modificar, mejorar. De esta manera la
energía requerida para “solucionar el problema” se canaliza constructivamente
no sólo para la realización personal sino para el logro del bien común.
La convivencia escolar:
consideraciones para su construcción cotidiana
En los últimos años comenzaron a cuestionarse los
regímenes disciplinarios escolares indiscutidos durante mucho tiempo, por su
desactualización, por su rigidez burocrática, por su despersonalización, pues
no reconocían a los niños, adolescentes y jóvenes - los alumnos - como sujetos
de derecho y responsabilidad. Sin lugar a dudas tuvo una marcada influencia en
estos cambios de modelo, los principios enunciados y proclamados por la
Declaración de los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas (1959) y posteriormente la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño ( 1989), en el que el niño ( y adolescente) dejaron de ser
considerados como un “objetos de cuidado y protección” para “ser sujetos de
derecho y responsabilidad”.
Como consecuencia de ello, numerosas instituciones
educativas han reformulado su propuesta pedagógica, incluidos los aspectos
relacionados con la convivencia escolar protagonizada por sus actores: docentes
(adultos) y alumnos (niños, adolescentes y jóvenes) y les ha exigido encontrar
alternativas distintas a las convencionales, pues las existentes ya no
resultaban útiles, y no respondían a las demandas formuladas. Además y
conjuntamente con esto, quiénes trabajamos en instituciones educativas, somos
testigos y a veces, protagonistas, de innumerables situaciones que
desconocemos, que nos sorprenden, nos desconciertan, nos superan, y también,
nos asustan. Problemáticas que durante mucho tiempo eran ajenas al ámbito
escolar o incidían indirectamente en la vida institucional, hoy, repercuten
directamente en la convivencia y constituyen su principal preocupación.
Por esto mi interés en abordar estos temas
acuciantes referidos directamente a la construcción de un sistema de
convivencia escolar, que influyen en la dinámica institucional, repercuten en
las interrelaciones de los actores, afectan los vínculos personales e inciden
en los procesos de subjetivación / socialización de los alumnos, enmarcados en
una nueva concepción jurídica del niño y adolescente como sujeto, como
ciudadano.
Hay algunas ideas y conceptos que deseo explicitar
como punto de partida:
- En
la escuela siempre han convivido niños, adolescentes y jóvenes entre sí y
con adultos; este proceso constituye la socialización (que es progresivo control
de los impulsos individuales que posibilitan acceder a las interrelaciones
sociales).
- La
convivencia escolar no es un concepto nuevo; lo que ha variado es
la relación entre los actores institucionales: todos son considerados
sujetos de derecho y responsabilidad, tanto los niños, adolescentes y
jóvenes, - los alumnos - como los adultos - los docentes. Merece aclarase
que por las funciones organizacionales que les compete a cada grupo, la
mayor responsabilidad siempre recae en los adultos.
- Por
lo antedicho, la convivencia es un intento de equilibrio
entre lo individual y lo colectivo, entre
el deseo y laley. Esto implica renunciamiento
de los sujetos en pro del bien común, del colectivo institucional: estos
renunciamientos necesarios para la construcción de la convivencia escolar,
provocan malestar. La convivencia no se puede separar del conflicto
(institucional, grupal, singular).
- En
la escuela, el encuentro entre docentes (adultos) y alumnos (niños/
adolescentes / jóvenes- se produce en relación con el saber,
con el conocimiento.
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